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Típica pesadilla de un niño con MIEDO
One-shot

Nota del editor: Este es una historia de mi primo y como no queria hacerce una cuanta para solo un escrito yo la voy a subir por el... esta histora me parecio buena pero ustedes, mis lectores, son los que la calificaran pues disfrutenla.

El inicio no era cualquiera, de esos que se olvidan fácilmente en los cuales te asustas y listo, al inicio era normal, me encontraba dentro de una casa resguardándome de la tormenta, la puerta se azota y no tengo más opción que quedarme allí, en aquella casa con paredes muy altas, tan altas como una casa de tres pisos y unas míseras cuatro ventanas del tamaño del un cuaderno, donde apenas y podía entrar una luz tenue, lo único que alumbraba era el resplandor de los rayos de la tormenta que entraban en esas ventanuchas y que caían cada treinta segundos, es allí cuando tropiezo y caigo en la entrada de una extraña habitación, era extensa como un estadio, estaba repleta de sombreros de brujas, negros y espeluznantes , giro la cabeza para ya no verlos pero para sorpresa mía los sombreros aparecen inmediatamente del otro lado.
Me empiezo a asustar y desesperadamente busco la salida de aquel lugar, mientras caminaba la madera bajo mis pies rechinaba fuertemente, cada vez que doy un paso los vidrios retumban como si se quisieran quebrar y el ruido de los truenos no cesa, en ese momento escucho una risa chillona, parecía reírse sarcásticamente de mi desesperación, me llamaba por mi nombre y en ese momento todo lo que conocía como cordura dejo de existir, corro como un animal asustado, la y luz desaparece y solo regresa cuando cae un rayo, casi sin ver y con el poco aliento que me quedaba grito implorando ayuda, después de gritar doce veces más de las sombras aparece una caja sorpresa bloqueando mi camino, de ella sale un payaso, enorme y deforme, con sus manos dientes y boca tan ensangrentado que gotean y la voz aguda se transforma en una grave y áspera que me dice: “¡Ja!, ¿en verdad le tienes miedo a esto? Tan solo espera y veras cuan terrorífico puedo ser”. El payaso sigue riéndose de mí, miro al suelo y debajo de mis pies hay un recuadro negro que parece ser de cristal, veo al payaso nuevamente y mueve los dedos de su mano derecha en forma de despedida, retrocedo un paso pero este es en falso, el suelo se derrumba como mis deseos de salir de allí con vida.
Mientras caigo al vacío escucho levemente la risa del payaso, pero luego me doy cuenta de que cuanto más caigo más solo me siento, y ese terrible sentimiento se abre paso hasta llegar a mis huesos. Abro los ojos sin haberlos cerrado, me siento incomodo veo atreves de un vidrio, todos están vestidos de negro me dicen que siempre me recordaran, me dicen que siempre fui atento, me doy cuenta de su hipocresía, me dicen todas esas malditas mentiras, gente que yo no conozco, ese misma gente que me maltrato, que me insulto, que hablaban mal de mí, ¡incluso en mi funeral!, mientras mi madre lloraba desconsoladamente. Lo veía todo, escuchaba todo, me sentía vivo aun dentro del ataúd.
Enojado de tanta falsedad cierro los ojos y cuando los abro estoy en un cementerio, todos me lanzan rosas, ¡ja, rosas!, yo odio las rosas, me enterraron con un traje blanco, cuando adoro el negro y el azul, en lo único en lo que atinaron fue en enterrarme con mi música aunque yo sabía que para que quería música si no la podía escuchar, para que me entierran con rosas si no las puedo obsequiar a una bella mujer, y para que me entierran si aun sigo vivo.

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Típica pesadilla de un niño con MIEDO
One-shot

Nota del editor: Este es una historia de mi primo y como no queria hacerce una cuanta para solo un escrito yo la voy a subir por el... esta histora me parecio buena pero ustedes, mis lectores, son los que la calificaran pues disfrutenla.

El inicio no era cualquiera, de esos que se olvidan fácilmente en los cuales te asustas y listo, al inicio era normal, me encontraba dentro de una casa resguardándome de la tormenta, la puerta se azota y no tengo más opción que quedarme allí, en aquella casa con paredes muy altas, tan altas como una casa de tres pisos y unas míseras cuatro ventanas del tamaño del un cuaderno, donde apenas y podía entrar una luz tenue, lo único que alumbraba era el resplandor de los rayos de la tormenta que entraban en esas ventanuchas y que caían cada treinta segundos, es allí cuando tropiezo y caigo en la entrada de una extraña habitación, era extensa como un estadio, estaba repleta de sombreros de brujas, negros y espeluznantes , giro la cabeza para ya no verlos pero para sorpresa mía los sombreros aparecen inmediatamente del otro lado.
Me empiezo a asustar y desesperadamente busco la salida de aquel lugar, mientras caminaba la madera bajo mis pies rechinaba fuertemente, cada vez que doy un paso los vidrios retumban como si se quisieran quebrar y el ruido de los truenos no cesa, en ese momento escucho una risa chillona, parecía reírse sarcásticamente de mi desesperación, me llamaba por mi nombre y en ese momento todo lo que conocía como cordura dejo de existir, corro como un animal asustado, la y luz desaparece y solo regresa cuando cae un rayo, casi sin ver y con el poco aliento que me quedaba grito implorando ayuda, después de gritar doce veces más de las sombras aparece una caja sorpresa bloqueando mi camino, de ella sale un payaso, enorme y deforme, con sus manos dientes y boca tan ensangrentado que gotean y la voz aguda se transforma en una grave y áspera que me dice: “¡Ja!, ¿en verdad le tienes miedo a esto? Tan solo espera y veras cuan terrorífico puedo ser”. El payaso sigue riéndose de mí, miro al suelo y debajo de mis pies hay un recuadro negro que parece ser de cristal, veo al payaso nuevamente y mueve los dedos de su mano derecha en forma de despedida, retrocedo un paso pero este es en falso, el suelo se derrumba como mis deseos de salir de allí con vida.
Mientras caigo al vacío escucho levemente la risa del payaso, pero luego me doy cuenta de que cuanto más caigo más solo me siento, y ese terrible sentimiento se abre paso hasta llegar a mis huesos. Abro los ojos sin haberlos cerrado, me siento incomodo veo atreves de un vidrio, todos están vestidos de negro me dicen que siempre me recordaran, me dicen que siempre fui atento, me doy cuenta de su hipocresía, me dicen todas esas malditas mentiras, gente que yo no conozco, ese misma gente que me maltrato, que me insulto, que hablaban mal de mí, ¡incluso en mi funeral!, mientras mi madre lloraba desconsoladamente. Lo veía todo, escuchaba todo, me sentía vivo aun dentro del ataúd.
Enojado de tanta falsedad cierro los ojos y cuando los abro estoy en un cementerio, todos me lanzan rosas, ¡ja, rosas!, yo odio las rosas, me enterraron con un traje blanco, cuando adoro el negro y el azul, en lo único en lo que atinaron fue en enterrarme con mi música aunque yo sabía que para que quería música si no la podía escuchar, para que me entierran con rosas si no las puedo obsequiar a una bella mujer, y para que me entierran si aun sigo vivo.