Description
The daughter of Vercingetorix (Gaul 1st century BC).
After the execution of the Gallic leader Vercingétorix (in the year 46 BC, during the triumph celebrated by Julius Caesar), his children were educated as Romans, according to history. However, some sources suggest that around 36 BC a new Gallic revolt took place, led by a supposed daughter of Vercingetorix, who tried to take advantage of the weakness of the Roman forces, then immersed in a prolonged civil war (in the finally prevailed Augustus, the first emperor). Whether she was really -or not- the daughter of the Gallic leader, the young warrior (her name has not been preserved), started a rebellion claiming the inheritance of her -alleged- father, recruiting runaway slaves (many of them former warriors) from the large estates established by the Romans throughout Gaul. In this way she managed to gather a contingent and start a guerrilla war, harassing the garrisons of the empire. However, the country was totally devastated after the conquest and the revolt did not prosper. Without needing to ask for support, the local Roman forces defeated the rebellion and captured her leader, betrayed by one of her lieutenants, bribed by the Romans.
Given the small size of the fighting, no triumph was celebrated and -probably- the Romans themselves tried to hide and minimize the revolt to prevent it from recurring, which explains why no contemporary testimonies have come down to us. Even so, it is certain that the leader of the revolt was publicly humiliated and exhibited by the Romans for several weeks throughout the territory, (such was the usual practice in these cases), to serve as an example and warning to all. One of the methods used was known as the “animal bar”: with her arms immobilized behind her back, the delicate nipples of the captive were cruelly pierced with a rigid metal bar. This bar was attached to a chain carried by a legionnaire, who led the victim -totally defenseless- through painful pulls on the chain, so that by stretching and deforming her sensitive breasts, she made the captive moan and beg, totally submitted to the whim of hers victors.
Of course the victim suffered all kinds of obscene and degrading humiliation. Upon reaching each village -and after congregating all its inhabitants- the legionnaires announced that they were going to show how the rebellious daughter of Vercingetorix had become a true bitch, totally docile and trained. A tug on the chain was enough for the subdued young woman to fall to her knees before the entire village, begging to serve her powerful masters. The legionnaires had fun with her in an extremely rude way, forcing her to eagerly lick theirs genitals (and even making her clean their most intimate parts) to end up -between jokes and insults- covering her body with all kinds of filth... At all times the young woman was forced to keep her mouth open and her tongue out, to receive and swallow the stinking bodily fluids of the soldiery. Only when the legionnaires had been satisfied were the population invited to participate, encouraged to use the dirty slut for just one "Sestertius" (the lowest value coin at the time)... In this way Many took advantage of the morbid opportunity to satisfy themselves with a beautiful Gallic princess, forcing her defenseless sex and made her give them pleasure with her mouth to pour (between moans of pure joy) their thick and white seed deep down her throat. Later, to spend the night, the young woman was chained, immobilized face up in the latrines, so that all the soldiers relieved themselves on her and she woke up completely covered in excrement and filth. By the time the exhibition tour ended, the captive could never again be a proud warrior, but had become a docile and submissive slave: a true bitch -dirty and vicious- destined to serve her masters (in absolutely obscene and degenerate ways), locked up in some dirty and smelly brothel for the rest of her life.
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La hija de Vercingétorix (Galia siglo I antes de Cristo)
Tras la ejecución del lider galo Vercingétorix (en año 46 antes de Cristo, durante el triunfo que celebró Julio Cesar), sus hijos fueron educados como romanos, según recoge la historia. Sin embargo, algunas fuentes sugieren que en torno al 36 antes de Cristo se produjo una nueva revuelta gala, dirigida por una supuesta hija de Vercingétorix, que intentaba aprovechar la debilidad de las fuerzas romanas, por entonces inmersas en una prolongada guerra civil (en la que finalmente se impuso Augusto, el primer emperador). Fuera en verdad -o no- hija del caudillo galo, la joven guerrera (no se ha conservado su nombre), inició una rebelión reivindicando la herencia de su -presunto- padre, reclutando esclavos fugados (muchos de ellos antiguos guerreros) de los latifundios instaurados por los romanos por toda la Galia. De este modo consiguió reunir un contingente e iniciar una guerra de guerrillas, hostigando a las guarniciones del imperio. Sin embargo, el país estaba totalmente devastado tras la conquista y la revuelta no prosperó. Sin necesidad de pedir apoyo, las fuerzas romanas locales derrotaron la rebelión y capturaron a su lideresa, traicionada por uno de sus lugartenientes, sobornado por los romanos.
Dado la escasa dimensión de los combates, no se celebró triunfo alguno y -probablemente- los propios romanos trataron de ocultar y minimizar la revuelta para evitar que pudiera reproducirse, lo que explica que no nos hayan llegado testimonios contemporáneos. Aún así es seguro que la cabecilla de la revuelta fue públicamente y humillada y exhibida por los romanos durante varias semanas por todo el territorio, (tal era la práctica habitual en estos casos), para servir como ejemplo y advertencia para todos. Uno de los métodos utilizados era el conocido como “barra para animales”: con los brazos inmovilizados a su espalda, se atravesaban cruelmente los delicados pezones de la cautiva con una rígida barra de metal. Esta barra llevaba una sujeción a la que se ataba una cadena portada por un legionario, que conducía a la víctima -totalmente indefensa- mediante dolorosos tirones de la cadena, de forma que estirando y deformando sus sensibles senos, hacía gemir y suplicar a la cautiva, totalmente sometida al capricho de sus vencedores.
Por supuesto la víctima sufría todo tipo de obscenas y degradantes humillaciones. Al llegar a cada aldea -y tras congregar a todos sus habitantes- los legionarios anunciaban que iban a a mostrar como la rebelde hija de Vercingetorix se había convertido en una auténtica perra, totalmente dócil y amaestrada. Bastaba un tirón de la cadena para que la sometida joven se hincase de rodillas ante toda la aldea, suplicando poder servir a sus poderosos amos. Los legionarios se divertían de forma extremadamente soez con ella, obligándola a lamer ansiosamente sus genitales (e incluso haciéndola limpiar sus partes más íntimas) para terminar -entre bromas e insultos- cubriendo su cuerpo de todo clase de inmundicias… En todo momento la joven era obligada a tener la boca abierta y la lengua fuera, para recibir y tragar los apestosos fluidos corporales de la soldadesca. Solo cuando los legionarios habían quedado satisfechos se invitaba a participar a la población a la que se animaba a que -por solo un “sertercio” (la moneda de menor valor en la época)- usase a la sucia zorra... De este modo muchos aprovechaban la morbosa oportunidad de satisfacerse con una bella princesa gala, forzando su indefenso sexo y obligándola a darles placer con su boca para verter, entre gemidos de placer, su espesa y blanca semilla en lo más profundo de su garganta. Después, para pasar la noche, la joven era encadenada, inmovilizada boca arriba en las letrinas, de forma que todos los soldados se aliviaban sobre ella y amanecía totalmente cubierta de excrementos e inmundicias. Par cuando terminaba la gira de exhibición, la cautiva ya no podría volver a ser nunca una orgullosa guerrera, sino que se había convertido en una dócil y sumisa esclava: una auténtica zorra -sucia y viciosa- destinada a servir a sus amos (de formas absolutamente obscenas y degeneradas), encerrada en algún sucio y maloliente burdel durante el resto de su vida.