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Description
Un lugar donde no había sueños, no existía la imaginación y el "vivieron felices" se uso solo para algún muerto.

La gente divagaba con cara sombría el pesar de sus vidas, pocas veces reían si no era por sarcasmo o por mofar la desgracia del vecino. El cielo era gris también sus casas, la vida giraba en el trabajo y el embaucamiento.

Algo ocurrió un día, simplemente apareció, nadie sabe cómo, más yo no me pregunto, dicen que fue un joven, otros una mujer, una minoría que es la más exacta un anciano.

Simplemente apareció, miraba al cielo constantemente, su mirada siempre desenfocada, siempre sonreía y si estaba triste intentaba demostrar felicidad, caminando con ropas ligeras se le veía hablando con los pocos árboles que se equilibraban y alguna que otra ave que lo miraba extraño.

La gente le tenía miedo, por su locura, su forma de ver el mundo. Dicen que no creía en dios, pero él nunca lo menciono, la gente le sumaba alguna ambigüedad.

Un día este loco se proclamo una plaza, cuando llegaba los árboles lo saludaban y los perros y gatos vagos lo recibían con juegos y gracias.

Fueron primero los jóvenes, quienes rompieron el miedo, se dirigían a escuchar las curiosas anécdotas de este sabio.

Lo visitaban a menudo, todo tipo de gente, pero en mayor suma siempre eran jóvenes, a bailar, mirar el cielo a sonreír, la gente lo admiraba, como un ser tan miserable podía irradiar tanta felicidad, se aglomeraban para que sus versos se volvieran rugidos.

"La vida es simple, la gente la complica. ¿Por que debes sufrir en tu trabajo? ¿Por que mirar el gris del piso, mirar el gris del cielo y no mirar el verde de los árboles? ¿Por qué?" eran las cosas que divagaba al aire

Un día contó un cuento.
"Hubo una vez un lujoso lugar, donde los sueños reinaban y la felicidad abundaba no había miseria y el egoísmo se apartaba, aquel lugar tenia gigantescas murallas, construidas por los vecinos por la envidia de la irradiante prosperidad. Un joven no comprendía y decidió embarcarse, cruzar los portales y vivir en la misma miseria, conocer la tristeza y descubrir los males.
Este joven al llegar al primer pueblo conoció la ignorancia, en el segundo la pobreza, en el tercero la miseria, en el cuarto la vagancia y en los que seguían otras cosas.
Triste y cansado decidió volver a su pueblo, comprendiendo los cotidianos males que eternamente nos rodean, pero cuando llego se sorprendió aun más, que este pueblo, este radiante reino era igual a los otros, las cosechas generalmente se secaban, los animales eran flacos, los trabajos eran tediosos y las calles sucias. Pero la gente se sonreía, disfrutaba de los días y descansos, de los besos y abrazos.
Dio una leve carcajada y dio media vuelta, volvió a los pueblos tristes, a intentar de cambiarlos, nunca se supo de él, dicen que murió de tuberculosis, que murió en la calle pidiendo unas monedas pero no se sabía nada de él, ni siquiera si llego a existir."

Los ciudadanos le tenían más miedo, lo llamaban anarquista, manifestante. Mas fue el descontrol cuando una pareja le consulto sobre el matrimonio, el pueblo estallo, ahora no era un huelguista sino un sectario.

Un día lo encararon, con los jóvenes de público, con hoces y cizallas apuntando a su cuello, no querían respuestas, no les importaba el odio de sus hijos.

"La realidad es como una daga envenenada que atraviesa lentamente los pechos de los soñadores, pero esta daga no se da cuenta, que solo nos fortalece, nos hace soñar más alto y agrandar las murallas"

Antes de que lo mataran el dio media vuelta y cruzando entre la turba hablaba con los tréboles y los tordos asomados. Los enardecidos ciudadanos no sabían si matarlo, ya que se dieron cuenta que se marchaba y reían ante su supuesto fracaso.

Se rumoreo que visito otro pueblo, pero el gris poblado lo ignoro, volvieron a sus miserias y a sus mediocres existencias, pero con el tiempo, los jóvenes y los que conocieron a él, que conocieron los sueños, los mantuvieron ocultos, se reunían en plazas o en lugares, a mitificar aquel, creándole nombres y hazañas incontables, con el tiempo los hijos y los hijos de los hijos escucharon de aquella mujer, de aquel joven, de aquel anciano que salvo el pueblo, pero no lograban comprender, el porqué su pueblo, estaba rodeado de muros.

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Un lugar donde no había sueños, no existía la imaginación y el "vivieron felices" se uso solo para algún muerto.

La gente divagaba con cara sombría el pesar de sus vidas, pocas veces reían si no era por sarcasmo o por mofar la desgracia del vecino. El cielo era gris también sus casas, la vida giraba en el trabajo y el embaucamiento.

Algo ocurrió un día, simplemente apareció, nadie sabe cómo, más yo no me pregunto, dicen que fue un joven, otros una mujer, una minoría que es la más exacta un anciano.

Simplemente apareció, miraba al cielo constantemente, su mirada siempre desenfocada, siempre sonreía y si estaba triste intentaba demostrar felicidad, caminando con ropas ligeras se le veía hablando con los pocos árboles que se equilibraban y alguna que otra ave que lo miraba extraño.

La gente le tenía miedo, por su locura, su forma de ver el mundo. Dicen que no creía en dios, pero él nunca lo menciono, la gente le sumaba alguna ambigüedad.

Un día este loco se proclamo una plaza, cuando llegaba los árboles lo saludaban y los perros y gatos vagos lo recibían con juegos y gracias.

Fueron primero los jóvenes, quienes rompieron el miedo, se dirigían a escuchar las curiosas anécdotas de este sabio.

Lo visitaban a menudo, todo tipo de gente, pero en mayor suma siempre eran jóvenes, a bailar, mirar el cielo a sonreír, la gente lo admiraba, como un ser tan miserable podía irradiar tanta felicidad, se aglomeraban para que sus versos se volvieran rugidos.

"La vida es simple, la gente la complica. ¿Por que debes sufrir en tu trabajo? ¿Por que mirar el gris del piso, mirar el gris del cielo y no mirar el verde de los árboles? ¿Por qué?" eran las cosas que divagaba al aire

Un día contó un cuento.
"Hubo una vez un lujoso lugar, donde los sueños reinaban y la felicidad abundaba no había miseria y el egoísmo se apartaba, aquel lugar tenia gigantescas murallas, construidas por los vecinos por la envidia de la irradiante prosperidad. Un joven no comprendía y decidió embarcarse, cruzar los portales y vivir en la misma miseria, conocer la tristeza y descubrir los males.
Este joven al llegar al primer pueblo conoció la ignorancia, en el segundo la pobreza, en el tercero la miseria, en el cuarto la vagancia y en los que seguían otras cosas.
Triste y cansado decidió volver a su pueblo, comprendiendo los cotidianos males que eternamente nos rodean, pero cuando llego se sorprendió aun más, que este pueblo, este radiante reino era igual a los otros, las cosechas generalmente se secaban, los animales eran flacos, los trabajos eran tediosos y las calles sucias. Pero la gente se sonreía, disfrutaba de los días y descansos, de los besos y abrazos.
Dio una leve carcajada y dio media vuelta, volvió a los pueblos tristes, a intentar de cambiarlos, nunca se supo de él, dicen que murió de tuberculosis, que murió en la calle pidiendo unas monedas pero no se sabía nada de él, ni siquiera si llego a existir."

Los ciudadanos le tenían más miedo, lo llamaban anarquista, manifestante. Mas fue el descontrol cuando una pareja le consulto sobre el matrimonio, el pueblo estallo, ahora no era un huelguista sino un sectario.

Un día lo encararon, con los jóvenes de público, con hoces y cizallas apuntando a su cuello, no querían respuestas, no les importaba el odio de sus hijos.

"La realidad es como una daga envenenada que atraviesa lentamente los pechos de los soñadores, pero esta daga no se da cuenta, que solo nos fortalece, nos hace soñar más alto y agrandar las murallas"

Antes de que lo mataran el dio media vuelta y cruzando entre la turba hablaba con los tréboles y los tordos asomados. Los enardecidos ciudadanos no sabían si matarlo, ya que se dieron cuenta que se marchaba y reían ante su supuesto fracaso.

Se rumoreo que visito otro pueblo, pero el gris poblado lo ignoro, volvieron a sus miserias y a sus mediocres existencias, pero con el tiempo, los jóvenes y los que conocieron a él, que conocieron los sueños, los mantuvieron ocultos, se reunían en plazas o en lugares, a mitificar aquel, creándole nombres y hazañas incontables, con el tiempo los hijos y los hijos de los hijos escucharon de aquella mujer, de aquel joven, de aquel anciano que salvo el pueblo, pero no lograban comprender, el porqué su pueblo, estaba rodeado de muros.