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Description
Siempre estuviste ahí. Aún recuerdo mi infancia, cuando entrenaba con el maestro Kyrus y Odiseo me molestaba, jalándome de los cabellos o golpeándome fuera de las horas del entrenamiento y tú me defendías. Siempre me tuviste fe, aún en los momentos en que yo no me la tenía.

A veces quería rendirme y mandar todo al carajo. Pero me hubiera decepcionado a mí misma, a mi maestro y a ti. Recuerdo que cuando peleé contra Odiseo, tú me animaste, y cuando finalmente gané, olvidándote de lo caliente que era mi cuerpo, me abrazaste sin pena. Desde ese entonces te empecé a considerar mi mejor amigo.

Los años pasaron, inexorablemente entre nosotros, yo me volví más cercana al resto de mis compañeros, sobre todo a Roland, que me ayudaba a calmar las terribles temperaturas de mi cuerpo. Sé que tú mirabas con recelo esta relación, pero yo siempre fui leal a nuestra amistad de infancia, para mí siempre fuiste mi mejor amigo.

Mas las cosas cambiaron. Me di cuenta de eso a los catorce años. De pronto sentía cosas raras en el estómago, y cuando te recordaba, al mirarme al espejo, solía sonrojarme como la niña tímida que nunca fui. Se me cortaban las palabras cuando te hablaba, y cuando escribía, salían poemas demasiado cursis, que desechaba de inmediato, debido a que yo nunca había sido de escribir romance.

De pronto, sentí eso que tememos las Santos Femeninos de Atenea. Me vi enamorada y sin salida. No te mostraba el rostro, pese a que en mi situación estaba completamente permitido. No quería correr el riesgo de que al mostrarte mi cara, me rechazaras.

Los años han pasado y ahora tengo diecinueve años. Admiro la valentía con la que enfrentas las cosas y las sonrisas que me das solamente a mí. Creo que dentro de todo, soy una mujer muy afortunada, al contar contigo como mi amigo, pero me gustaría ser más valiente, para mostrarme frente a ti, sin tapujos, ni condiciones.

Te amo, mi querido Alessandro.